A pesar de que teníamos su WathsApp pasaron dos semanas y no habíamos hablado; Ni ellos nos habían llamado a nosotras, ni nosotras a ellos. Nosotras más que nada, porque no queríamos 'agobiarlos'. Eran nuestros ídolos, y ya que aunque nos parezca imposible, hemos tenido el honor de pasar tardes con ellos y todo eso, pues no lo queremos echar por la borda todo. Se entiende, ¿no?
Miriam estaba desesperada, a pesar de que era la más pacífica. Decía una y otra vez que se habían olvidado de nosotras, porque éramos unas simples Auryners. Pero no. Yo estaba segura de que no. Después de todo lo que habíamos pasado, ¿olvidarse de nosotras? No podía ser.
Fui a la habitación de Miriam y estaba estudiando porque era Viernes y el Lunes tendría un exámen.
«¿No puede estudiar mañana o pasado» —pensé.
Pero también acepté que yo nunca estudiaba. Con sacarme 'buenas notas' iba bien, ¿no? Porque no era la mejor nota de la clase, pero estaba bien.
Entré y cerré detrás de mí la puerta. Miriam se encontraba acostada en su cama boca abajo estudiando. Yo me senté a su lado y ella dirijió su mirada hacia mí. Al ver que no hablaba, alzó una ceja.
—Miriam, tienes razón —dije.
—¿Razón de qué? —preguntó confusa.
—Esto no puede seguir así. Por mucho ídolos que sean nuestros, no pueden desaparecer así porque sí después de los buenos momentos que hemos pasado juntos.
—¿Y qué hacemos?
—Vamos a ir en su busca.
—¿Qué?
—No me preguntes cómo, pero sé dónde viven.
—¿Y quién no sabe donde viven?
—¡En su casa de aquí! Sé donde está. Prepárate que nos vamos.
—¿No comemos primero? —preguntó y rei.
—Vístete, voy a hacer la comida.
Fui a la cocina y cociné un plato inventado por mí. Miriam se lo comió, porque aunque al principio no se fiaba de mis inventos con la comida, poco a poco se fue acostumbrando y se dio cuenta de que mis inventos no eran malos, si no buenos.
Fuimos en el coche de Miriam a su casa y tocamos. Salieron unos guardaespaldas y no nos dejaron entrar. Nos fuimos enfadadas, porque a pesar de que le dijimos mil veces que fueran a avisarlos, no quisieron.
—¡Se pensaban que éramos unas fans locas! —le dije a Miriam alzando la voz, irritada.
—Mireia, te pusiste como loca y empezaste a chillar y a pegar a los guardaespaldas, ¿qué esperabas? —dijo Miriam intentando no reír.
—Vamos, tengo una idea.
Me puse un traje de un chef amigo mío llamado Harry. Era la única que cuando decía '¡Fuera de mi cocina!' no se asustaba y se iba. Así que, le pedí que me dejara un traje de chef, y me lo dejó encantado.
Cogí un plato cualquiera de los muchos que tenía allí y le dije que me lo llevaba, a lo que me sonrió y me deseó suerte, a mí y a Miriam. Él sabe qué hacemos, cuándo lo hacemos y cómo lo hacemos.
Los guardasespaldas —todavía no entendía cómo— nos dejaron pasar engañados y entramos hacia la cocina. Después nos colamos en la habitación de instrumentos y ahí estaban los 5. Dani, Álvaro y Blas se fueron al ver la cara sorprendida de sus amigos.
—¿Qué... qué hacéis aquí? —preguntó David.
—¿Que qué hacemos? ¿Enserio nos preguntáis esto? ¡Llevamos dos semanas sin vernos! —dijo Miriam algo irritada. Y yo la miré sorprendida, al igual que David y Carlos. ¡Nunca la había visto así! David le importaba de verdad...
Carlos estaba con el móvil y rápidamente lo dejó al escuchar a Miriam chillar.
—Lo sentimos —susurró Carlos—. Pero es que mañana nos vamos de aquí. Vamos a España. Y no sé, solo no os queríamos hacer daño.
—¿Pero por qué? Dejadnos ir con vosotros. Es... es demasiado tarde para decirnos esto —dijo Miriam aunque casi no podía hablar. Y yo, directamente no podía.
—No —dice David firme—. Sois tan solo unas fans que os habéis enamorado de nosotros. Unas de tantas muchas. Habéis tenido suerte y ya está —dijo dándose la vuelta.
Yo miré a Carlos esperando una respuesta, y él solo bajó la cabeza y asintió dándole la razón a su amigo.
—Nosotras no somos fans, somos Aurynes... —dijo Miriam llorando—. Y no vamos a dejar de serlo nunca, por muchas cosas que nos digáis. Os amamos a los 5, y trataremos de olvidar esto. Seréis unos ídolos y nosotras unas fans. Vosotros lo habéis elejido.
Miriam me cogió de la mano y tiró de mí hasta estar en la calle. Los guardaespaldas nos miraron mal, pero en ese momento eso era lo que menos importaba.
Yo miré a Miriam, y sin saber cómo pude hablar, dije:
—¿Qué ha sido todo eso? —Y acto seguido, miles de lágrimas recorrieron mis mejillas. No las podíamos controlar. Las dos estábamos muy mal. Y ahí fue cuando nos dimos cuenta de que estábamos enamoradas de nuestros ídolos. Un amor imposible que nos haría sufrir mucho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario