Miriam se había pasado todo el día llorando, y yo, me había descargado con la pobre almohada. No me gustaba llorar.
—Miriam —dije entrando en su habitación de improvisto—. Vamos a hacer un juramento. —Ella me miró algo sorprendida.
—¿Qué juramento?
—Vamos a jurar que ya no nos enamoraremos más hasta que no acabemos la universidad y nos mentalicemos de que los hombres quieren lo que quieren. Ya sabes el dicho ese 'Lo hombres prometen hasta que te la meten. Una vez metido, se acabó lo prometido.' La diferencia es que ellos no nos la han metido. ¡Ojalá lo hubieran hecho! Por lo menos, nos habríamos quedado con algo bueno.
—¡Mireia! ¿Por qué tienes que hablar así? Eres una señorita, no lo olvides —me regañó—. Y sí, me parece un buen pacto. Pues, desde que pasó eso, no he podido estudiar. ¡Y el Lunes tengo un exámen! —exclamó agobiada.
—¡Oh, qué tragedia! —dije exagerando—. Por Dios, Miriam, tienes mañana todo el día para estudiar. Solo aprovéchalo...
—¡Como si fuera tan fácil! No me puedo concentrar.
—Pon música. Eso siempre ayuda. Yo voy a cocinar.
Sonrió, asintió y cogió su móvil para escuchar música. Yo me fui a la cocina a preparar unos de mis platos, porque la verdad, ese día no tenía ganas de experimentos.
Es que por más que lo pensaba no lo entendía. ¿Cómo nos pudieron hacer eso? ¿Por qué? ¿Los aburrimos? ¿No éramos lo suficiente guapas para ellos? No lo entendía.
Mi móvil comenzó a vibrar dentro de mi pantalón. Lo cogí y al otro lado se encontraba Harry, mi mejor amigo cocinero.
—¿Sí?
—Soy Harry... —dijo—. Me preguntaba si querríais ir a tomar un helado y hablar y eso.
—¡Tú lo que eres es un cotilla, te quieres enterar de lo que pasó! —dije calándolo rápidamente. Eran demasiados años de amistad.
—Sí, vale, me has pillado. Pero lo merezco, ¿no? —dijo riendo.
—Por supuesto, pero mañana por la mañana, porque ya es de noche.
—Está bien. Mañana a las diez estoy en tu casa.
—¿A las diez? Demasiado temprano —dije reprimiendo una carcajada al escuchar la suya.
—¿A las 12?
—Mmmm... Demasiado tarde.
—¿A las 11?
—Es que...
—¿A qué hora? —preguntó rendido.
—A la que tú quieras.
Rio y tras despedirme colgé. Hacía tiempo que no salía con Harry a pesar de ser tan amigos porque estaba con sus liges. Ya sabéis, este chico siempre tenía 'buenas temporadas' de ligue.
Tras preparar la cena llamé a Miriam, pero no quiso bajar, no tenía hambre. Yo me senté para comer pero me di cuenta de que tampoco tenía hambre. Así que guardé la comida en el frigorífico para el día siguiente, y fui a dormir.
Me levanté por el ruído del timbre. Fui a abrir pero Miriam se me adelantó; era Harry... ¡Harry! Y yo no estaba preparada.
Me escondí detrás del poyete de la cocina justo un minuto antes de que él entrara de modo que se me veía nada más la cara.
—¿Estáis preparadas para una tarde de locuras? —preguntó Harry con una gran sonrisa.
—Yo no iré a ningún lado, chicos. Tengo que estudiar, mañana tengo un exámen —dijo Miriam para después darle un beso en la mejilla a Harry y subirse a su habitación de nuevo.
—Bueno, pues... —dije sin salir de detrás del poyete.
—Que no estás preparada, ¿verdad? —preguntó alzando las cejas. ¿Cómo me conocía tan bien?
Asentí y reímos. Me preparé y bajé. Cogí las llaves, mi móvil y tras despedirme de Miriam, me fui con Harry. Tomamos un helado y le conté todo. Él me dijo que eso no podía ser así, que ellos estaban mintiendo por algo. Y es que increíblemente, mi mejor amigo, era el mejor amigo de los cinco desde pequeños. Desde que se vino de España no los vio hasta hace poco, que dijo que tenía contacto con ellos, y que ahora que se habían encontrado, iban a retomar su amistad. A mí me parecía muy bien, la verdad. Era muy bonito que después de tantos años, la amistad siguiese intacta. No conocía muchas historias así. En realidad, solo esa.
Ahora estábamos sentados en un banco de una feria pequeña pero especial.
—¡Hola! —dijo Carlos apareciendo por mi lado.
—Ahh... Hola —dije tranquilamente. Y después de unos segundos, abrí los ojos como platos. ¿Qué hacía Carlos allí?
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